Cuaderno en blanco (Antonio Muñoz Molina)

Suscribo al cien por cien estas palabras sobre los cuadernos que ha escrito Muñoz Molina. Todo lo que dice es lo que yo siento cuando me llevo un cuaderno. Pendiente queda (para cuando vaya a Venecia) pasarme por las Legatorie (talleres de encuadernación) con la cartera bien abultada y una maleta vacía... y, sí, la ruina de los dibujantes (al menos la mía) está causada, principalmente, por estas compras inevitables y compulsivas. Pero es más fuerte que yo.

CUADERNO EN BLANCO
Hay que tener un cuaderno, hay que llevarlo siempre a mano, en el bolsillo, en la bolsa de viaje, como se lleva un salvoconducto, hay que saber elegirlo, pero más todavía hace falta la buena suerte de encontrarlo. Tan importante como el hallazgo de un buen libro es el hallazgo de un cuaderno: la hoja en blanco es el negativo de la página impresa, y en él irán surgiendo las palabras y las imágenes futuras en el lento revelado del tiempo. No se busca un cuaderno porque se sienta la necesidad o el deseo de escribir algo. Se escribe algo porque se tiene un cuaderno, porque su forma y sus hojas en blanco nos despiertan el deseo de escribir, de anotar, de descubrir. (...) Alberto Durero viajaba a principios del siglo XVI por los caminos de Alemania llevando un cuaderno en el que anotaba igual bocetos de paisajes que relatos o imágenes de sueños. Uno de los documentos más valiosos sobre la vida y la carrera de Scott Fitzgerald es un gran cuaderno que lo acompañaba siempre (...) El hallazgo de un cuaderno es como el de una casa en la que nada más entrar ya sentimos que vamos a vivir mucho tiempo: la hondura desierta de las habitaciones en las que tienen esa magnífica sonoridad los pasos y las voces, el olor a la pintura reciente, a la madera recién barnizada. Parecía que el cuaderno también nos estaba esperando con su espacio vacío y su olor a cosa nueva. Viajar es ir con un cuaderno ya conocido y usado y encontrar otros cuadernos en las hondas papelerías de las ciudades extranjeras. En Venecia lo marea a uno la abundancia y la belleza de los cuadernos hechos y cosidos a mano que se venden en las Legatorie, las papelerías que tienen a veces un misterio de talleres medievales. Compré en una de ellas un cuaderno con las tapas flexibles de cuero y las hojas de un color suave de trigo y aún no me he atrevido a escribir en él ni una sola palabra.

Cuaderno de viaje de Fernando González Sitges

Envidio sobre todo los cuadernos que llevan los pintores, el de un amigo mío arquitecto que va dibujando en el curso de sus viajes bocetos de los edificios que ve y de los que se imagina. Un cuaderno en blanco es una tentación de observar y anotar, como si se llevara una misión secreta o una de aquellas corresponsalías de los cronistas holgazanes de los años veinte, siempre dispuestos a usar el bloc y el lápiz tan velozmente como si disparasen una Leica. Un cuaderno lleno tiene algo de experiencia rebosada y cumplida. Pero a mí me gusta más encontrarme escribiendo en sus primeras hojas, aventurar como una tentativa estas primeras líneas. Abrir un cuaderno con todas las páginas en blanco es como habitar una casa intacta, como tener toda una vida por delante(Antonio Muñoz Molina). 

Comentarios

  1. De acuerdo con vuestras palabras, aunque hay que darse prisa. Venecia se hunde.

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    1. Sí... del próximo año no pasa. Habrá que llevar un flotador, por si acaso.

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  2. Creo que en enero está preciosa, aunque hace algo de fresco

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    1. Buuuuufffff... Solo de pensarlo, se me ponen los pelos como escarpias.

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  3. ¿Pues sabes que a mí me da como reparo empezar a escribir en un cuaderno en blanco? Bueno, no en todos los cuadernos. En esos que son preciosos, que tienen en la tapa la imagen de algún cuadro famoso y las hojas interiores de un blanco níveo o en los que están hechos de manera tosca, con las tapas de algún viejo cartón reciclado y las hojas de color cremoso irregular. Todavía no sé por qué tengo esa resistencia a escribir en estos cuadernos, puede que sea que no encuentro algo lo suficientemente hermoso para llenar sus páginas.
    Mª Isabel García Uría

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    1. Te entiendo perfectamente, Isabel. Me pasa a mí lo mismo. Tengo unos cuadernos que hice hace dos años en un taller de encuadernación, y no me atrevo a comenzarlos por eso mismo que dices. Sin embargo, hay que hacerlo, porque me da más pena verlos vacíos de contenido. Un cuaderno es cuaderno porque alguien lo completa. O se llamaría libro. Y buscar la belleza con tanto ahínco puede llevarnos a no encontrarla nunca. Muchas gracias por tu comentario y espero encontrarte de nuevo por aquí. Cris

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